Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito

Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito
Casa Sardinera de Ramón Esteve. Foto: Mariella Apolonio

lunes, 26 de octubre de 2015

Hacer pipí mirando el bosque: nuevo concepto de intimidad en casa

Creía que sabía todo lo que había que saber sobre privacidad doméstica hasta que cayó en mis manos un proyecto de residencia en el que el cuarto de los sanitarios se enfrentaba ufano a un ventanal que daba al jardín trasero de la casa. La naturaleza te llama por partida doble…



Fotografías de Jordi Miralles, cortesía revista Casa Viva

La historia de la privacidad, en cierto modo, es la propia historia de la casa y si estudiamos la evolución de este concepto veremos que el punto de vista sobre la intimidad define perfectamente la configuración del hábitat a través del tiempo. Desde los baños en grupo medievales con propósitos más lúdicos que higiénicos hasta el “boudouir” femenino del siglo XVIII, desde las antiguas casas agrícolas, donde se apiñaba toda la familia junto a los criados, hasta el moderno apartamento unipersonal nada hay escrito que no pueda ser cambiado en cuanto a privacidad.
A los meridionales nos llaman la atención las ventanas sin visillos de las casas holandesas que permiten fisgar sin remordimientos el aspecto del salón, de la misma forma que a sus ocupantes les debe chocar la costumbre de dejar las puertas abiertas en los pueblos de nuestro país durante todo el año. La intimidad que ofrece una casa con las paredes de papel encerado, como en las viviendas tradicionales japonesas, es casi una quimera; pero si lo miramos con cuidado veremos que las construcciones urbanas de las últimas décadas y sus tabiques de pladur también nos ofrecen una sensación de aislamiento muy precaria basada más en la ilusión óptica que en otra cosa, como podemos comprobar cuando los vecinos discuten o ponen la tele un poco alta.



La arquitectura moderna, aún en plena digestión de los manifiestos de la Bauhaus, apoya sus proyectos en las estructuras ligeras y los muros cortina de cristal y, por si eso fuera poco, la moda de los loft elimina los pocos tabiques que quedaban en pie dentro de un espacio doméstico en aras de la libertad… Lo más cool de una casa estilo "modernez" es que el dormitorio y la ducha compartan el mismo espacio, sin pensar hasta que punto a sus propietarios les apetecerá renunciar a los últimos reductos de la intimidad.
Para acabar de complicar la cuestión y por si alguien cree que todo el asunto se soluciona recuperando las viejas compartimentaciones urbanas, esas que se dibujaban con vocación de colmenas y espíritu de pasillo, resulta que llevamos encima el arma más poderosa de destrucción de la intimidad en el bolsillo del pantalón: nuestro móvil.



Tal como nos muestran los expertos en privacidad online, nada se escapa a los centros de control a través de nuestras decisiones de compra, las conversaciones o chats guardados, las fotos compartidas, las consultas realizadas, las páginas navegadas y los datos almacenados en la nube que conforman ese poder supremo conocido como “Big Data”. La privacidad es un espejismo en un mundo que ha llegado a un estadio tecnológico capaz de almacenar todos nuestros movimientos y guardarlos para ya veremos qué. De hecho el recurso más preciado en esta era no es otro que la información sobre nuestros movimientos. Preguntar cómo se financian empresas tan populares como Wallapop y tendréis la prueba.

Vivimos, más que nunca, en una casa de cristal, de modo que tal vez no sea tan descabellado dejarse de disimulos y enfocar los inodoros al jardín. Al menos disfrutaremos del verde…