Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito

Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito
Casa Sardinera de Ramón Esteve. Foto: Mariella Apolonio

sábado, 4 de octubre de 2014

Sólo hay dos clases de interiorismo: el bueno y el malo

Al pintar la casa de arriba a abajo, además de tapar las inoportunas grietas de las paredes, también cubrimos algunas grietas del alma y de paso vemos las cosas con la perspectiva diferente que da otra luz, otro color… Por eso cambiamos los muebles y nos mudamos de casa. Conozco verdaderos profesionales de la migración. Gente que responde al fenómeno moderno del nómada urbano y vive con un pie en una ciudad europea y otros en la Costa Oeste de Norteamérica. La distancia es un parámetro dudoso y que empieza a perder su carácter amenazador.


Documental sobre la obra de John Lautner, estrenado en 2008, Infinite space: the architecture of John Lautner

Los cambios dan miedo. Todos implican un alejamiento de la rutina protectora y un cierto espíritu de aventura para abrazar un futuro que no sabemos cómo será… Pero por mucho que nos resistamos a traspasar las fronteras de lo conocido, sabemos que los cambios son buenos: nos renuevan por fuera y por dentro, nos obligan a mirar las cosas de otra manera, aportan ilusión, frescura, juventud.
Cambiamos de coche, de amigos, de ropa, de móvil y de trabajo. A veces, de pareja. Y luchamos para que esos cambios sean positivos y aporten cosas nuevas. ¿De qué sirve mirar atrás si nada volverá a ser como antes? Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, decía el viejo Heráclito. Todo fluye.


Elrod Residence, Palm Springs, California, maravillosa obra de John Lautner que sale en la película Diamantes para la eternidad de James Bond.

La tecnología lo cambia todo, incluso la forma de habitar. Por primera vez, la idea de la máquina para vivir que habían proyectado premonitoriamente algunos visionarios (como Joe Colombo) se hace realidad. Las viviendas son más autosuficientes y están mejor preparadas que nunca. La gestión de la energía de uso residencial es más racional. La falta de espacio nos obliga a pensar la arquitectura de otra forma.

El fracaso del modelo inmobiliario occidental (que pagaremos durante un tiempo) permite augurar que los proyectos de arquitectura doméstica van a sufrir una interesante sacudida. La estética depurada (minimalista, dicen los cursis) que nos permitió respirar después de siglos de anticuada ostentación pequeño burguesa, empieza a mostrar signos de cansancio y a vestirse con otros ropajes donde lo tradicional y lo intercultural tienen algo que decir.


Un paseo virtual por la Fallingwater House del viejo Frank Lloyd Wright.

Se acabó finalmente la controversia entre hogares clásicos y modernos. Ya nadie quiere vivir en el museo de cera y ello deja el camino libre a la diversificación del interiorismo contemporáneo: por fin se puede disfrutar de un espacio actual con características personales que son las que cada uno sabrá infundar a su entorno. La libertad estética es una conquista irrenunciable y nos da vía libre para plantearnos cómo queremos que sea nuestro entorno sin el corsé de los estilos.
El interiorismo, a partir de ahora, se dividirá en dos: el bueno y el malo. Aquí procuraremos ocuparnos exclusivamente del primero. Pero también nos divertiremos de vez en cuando con el segundo.



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