Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito

Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito
Casa Sardinera de Ramón Esteve. Foto: Mariella Apolonio

miércoles, 29 de octubre de 2014

El caso de la casa sin esquinas

Todo director/a de revista de decoración sabe que en una cena informal alguien acabará formulando la pregunta fatídica que le hará sentirse especial y  a la vez un poco culpable por pertenecer, aunque sea por simple roce, a un mundo imposible. Pondrá cara de inocente, dejará el tenedor apoyado en el plato, se limpiará los labios con la servilleta, levantará una ceja para hacerse el interesante y dirá: “Pues sí, todas  las casas que publicamos son de verdad. Sí, en efecto. Vive gente en ellas.”
“Ooooh”, dirán todos. “¡Hay otros mundos!” exclamará el agente de seguros levantando la copa de vino, y todos le reirán el comentario oportuno y excluyente, cabeceando afirmativamente. Todos menos la mujer del agente de seguros, morena, ojos verdes, cinco idiomas, que le mirará intrigada y le hará la segunda pregunta fatídica, la que no tiene respuesta. “¿Y por qué no publicáis una casa tal como es, sin maquillarla? Sería un puntazo, ¿no?”


Imágenes de Jordi Miralles, cortesía de la revista Casa Viva

El interpelado, repentinamente convertido en Jack el Decorador, visiblemente azorado, se acuerda de aquella vez que disparó cuatro fotos caseras al salón de su casa para la inmobiliaria que debía venderla y aquel apareció como un patético piso patera atestado de trastos. Nunca se vendió, pero él siempre ha sospechado que no fue culpa de la crisis sino de aquellas descuidadas imágenes. Cuando vuelve en sí mira a la morena intrigante y le contesta para salir del paso algo así como: “Pues no es mala idea. Habrá que probar.” 
Sabe positivamente que una casa no se puede atracar con la cámara después  de la comida familiar del domingo, porque aunque ése sea un momento real, no refleja la esencia de la vivienda. Pero también entiende que el reportaje estilizado y preparado laboriosamente por un equipo de profesionales no acaba de sacar a la luz el alma de ese espacio. Se acerca, se acerca mucho de hecho cuando se trabaja con luz natural, se deja al sol hacer diabluras, aparece gente… pero siempre falta algo.


El Detective de revistas de decoración cree que ésa es una cuestión irresoluble y dedica largas horas a cavilar sobre el tema, pues su pensamiento está tan absorbido por el trabajo que hasta le gusta entretenerse con enigmas bobos como ése. Recuerda que un par de días atrás al atravesar la puerta de su casa se cruza de improviso con el hijo de un vecino y ambos se dan un buen susto. Qué tontería, piensa, asustarse al doblar una esquina.
Y en ese preciso momento, el Agente de revistas de decoración, que tiene el conocimiento un poco mermado de tanto pensar en términos de diseño y arquitectura, ve una lucecita y descubre qué es lo que siempre falta en sus reportajes, lo que nunca reflejan las cámaras en primer plano, las grandes olvidadas del documento gráfico de una casa: las esquinas.


En las esquinas está el secreto de un espacio, el punto de encuentro de los planos que soñó un día el arquitecto y que dibuja las líneas de luz. Ahí está la geometría real de la vida que se mueve allí. Se encuentra la gente, se cruzan hermanos, padres e hijos, abuelos, amigos, amantes y visitas inesperadas. Las esquinas nunca aparecen en los reportajes de las casas porque son espacios demediados, rotos por los planos que se encuentran, son áreas intermedias, en tensión. Carecen de armonía, de paz y lo peor de todo, del más leve rastro de simetría. Las esquinas obligan a escoger, separan, rompen y crean. Son los artículos indeterminados del lenguaje decorativo. Son pura pasión, en contraposición a esos maravillosos y estáticos planos generales que retratan la cara de las casas. El alma está escondida en las esquinas.


Como en las ciudades, las esquinas son el lugar donde queda la gente cuando se cita, el cruce de caminos donde las esperas son pequeños monumentos de vapor de lluvia. Como en la vida, las esquinas son esos momentos en que aparece lo inesperado, se evoca la magia de las grandes decisiones y se toma un camino u otro. ¿Cuántas hemos doblado desde niños?
El Comisario de revistas de decoración decide que valdría la pena probar a realizar un reportaje de una casa a base de retratar sus esquinas. Quedaría un poco rarito, probablemente, pero tal vez así se captaría esa alma inaprensible que se esconde al fotógrafo. 
Se dirige a la morena con ánimo de impresionarla con su ocurrencia pero ella está en otro lado. Ha doblado la esquina. 






sábado, 25 de octubre de 2014

Frank Gehry da una lección magistral sobre la verticalidad de los edificios

“El 98 % de los edificios que se hacen hoy son pura mierda, carecen de sensibilidad, sentido del diseño y respeto por la humanidad”. 
Así de a gusto se quedó el histórico arquitecto del Guggenheim de Bilbao en la rueda de prensa que ofreció a su llegada a Oviedo poco antes de recoger el Premio Príncipe de Asturias. Antes de eso, el maestro había enseñado el dedo corazón en toda su longitud en ese gesto que nos obliga a reñir a los niños y que significa algo así como "que te den..." La gráfica respuesta de Frank Gehry, tras pensar unos segundos, fue la reacción a una pregunta tan legítima como inteligente: "¿Qué opina de quienes piensan que su arquitectura es espectáculo?"
Ya sabemos qué opina el legendario Gehry al respecto. Está claro que no tiene un buen concepto del espectáculo como acto social pero sí un gran concepto de sí mismo. Tal vez estaba anunciando que ha dejado para siempre las formas atormentadas de sus edificios y ha decidido adoptar la verticalidad como garantía de pertenecer a ese exclusivo 2% de edificios con sensibilidad y sentido del diseño.
Maestro Gehry, no sea tan temperamental y muestre un poco de humildad ante la humanidad que contempla su obra. A la ciudad de Bilbao le ha ido de perlas la carpa de titanio que montó en su ria y nadie le tiene por menos por esa feliz circunstancia. Otro tema es si hemos de llenar el planeta de carpas y circos o de edificios responsables. Qué carácter el de este hombre. Colegas de la prensa, si un dia Calatrava da una rueda de prensa hablénle del tiempo, por favor de Dios...




lunes, 13 de octubre de 2014

Customizar es lo natural en interiorismo

Customizar es un bonito barbarismo que, en el mundo de la moda, tiene el significado de rescatar un producto industrial del montón para intervenirlo a mano y darle un aire personal y único. Es pasar de la industria a la artesanía o, lo que es lo mismo, desandar lo andado en los últimos cien años. En realidad no estaría mal desandar muchos caminos que nos llevan a parajes inciertos, y no solo el de la industrialización salvaje.
Si nos vamos al mundo del automóvil, sección garrula, nos encontramos con el término tunear que define una operación muy parecida pero más metálica, más plancha y pintura que la primera.
En ambos casos los “palabros” son meros anglicismos que vienen a sustituir el castizo “personalizar”, para darle un aroma a actualidad, a guay y a misterio para iniciados que, reconozcámoslo, el idioma de Shakespeare aporta con admirable facilidad.
¿Existe un tema parecido a customizar o tunear en el diseño de interiores? De hecho, alguna de las ideas más divertidas que hemos detectado en las últimas y exhaustas ferias profesionales, gira alrededor de la intervención final del consumidor, como los sofás a la carta, o aquellos que permiten escoger la tapicería on line. Y si le damos dos vueltas al tema pronto se nos aparecen en nuestra memoria enciclopédica las lámparas de Maurer que aceptan mensajes o dibujos del niño a modo de pantalla, los nuevos programas de mueble infantil que se pueden ilustrar con la foto del retoño, las composiciones modulares más complejas… Definitivamente, sí... Existe la customización en nuestro sufrido entorno. Vamos a recopilar todo lo nuevo que hemos encontrado al respecto y hagamos un artículo sobre esta tendencia.


 Lámpara Zettel de Ingo Maurer, un magnífico ejemplo de customización "avant la lettre", ya que permite componer el difusor luminoso con nuestros propios mensajes. Como todo lo del suizo, genial.

Veamos como se pasa en un entorno residencial de lo industrial y seriado a lo personal e intransferible: se trata de coger un espacio vacío dado, equiparlo y vestirlo para que se amolde a nuestras necesidades diarias, se parezca a  nosotros y a ningún otro; asombre a los amigos si es posible, y de paso se nos adelante para explicar a nuestros visitantes cómo somos, qué nos gusta, qué comemos, qué entendemos por ocio y por cultura. Sería un poco como tunear una casa con los alerones de la última tecnología doméstica, la carrocería de los nuevos materiales, para acabar customizándola con las ropas y complementos que mejor se adaptan a nuestra personalidad. Un poco de todo, vaya.
Visto desde este punto de vista, el proceso mola mucho, pero si somos un poco rigurosos habrá que confesar que, en realidad, estamos hablando de un trabajo de interiorismo corriente y moliente: instalar, pintar, decorar. O sea que las casas se han customizado toda la vida con más o menos gracia, se han personalizado irremediablemente, a veces para reflejar a personas extraordinarias y otras para dar pena. Estamos inventando la sopa de ajo puesto que no hay dos viviendas iguales y en decoración el proceso de personalización es tan elemental como inevitable. Los muebles y complementos son los vocablos de un lenguaje que algunos balbucean y otros usan para elaborar discursos maravillosos. Pero siempre son únicos.


El programa de sofás de la firma My Oruga permite al consumidor diseñar el formato y la tapicería desde la página web de la empresa.

¿Nuestro gozo en un pozo? Pues no, porque el hecho de que la customización sea inherente al proceso de diseño no le quita mérito sino, al contrario, le presta nobleza y pedigree. Que sea habitual lo hace aún más reivindicable y nos obliga a fijarnos en ello y a venderlo a nuestros clientes. No estará de más enfatizar este aspecto de espacio único, seña de identidad del buen diseño de interiores, a través de una palabreja que se centre en ello (no hay que despreciar un buen barbarismo relleno de aromas cool, aprendamos del mundo de la moda que nos lleva mucha ventaja en temas de comunicación). 
Necesitamos un vocablo que se refiera a la operación de personalizar espacios con el necesario glamour expresivo como para que haga fortuna por ahí fuera. Como saben las empresas de “naming” (sí, las que se inventan nombres y cobran por ello), si una marca no tiene nombre, simplemente no existe. Es difícil pero en un alarde de iniciativa nosotros proponemos “decoratear”, como derivada del verbo inglés del mismo significado, para expresar esas ansias de no parecernos a nadie, de hacer una casa diferente, personal e intransferible. Vale... no es muy original, pero es un principio. 
Se aceptan sugerencias.

sábado, 4 de octubre de 2014

Sólo hay dos clases de interiorismo: el bueno y el malo

Al pintar la casa de arriba a abajo, además de tapar las inoportunas grietas de las paredes, también cubrimos algunas grietas del alma y de paso vemos las cosas con la perspectiva diferente que da otra luz, otro color… Por eso cambiamos los muebles y nos mudamos de casa. Conozco verdaderos profesionales de la migración. Gente que responde al fenómeno moderno del nómada urbano y vive con un pie en una ciudad europea y otros en la Costa Oeste de Norteamérica. La distancia es un parámetro dudoso y que empieza a perder su carácter amenazador.


Documental sobre la obra de John Lautner, estrenado en 2008, Infinite space: the architecture of John Lautner

Los cambios dan miedo. Todos implican un alejamiento de la rutina protectora y un cierto espíritu de aventura para abrazar un futuro que no sabemos cómo será… Pero por mucho que nos resistamos a traspasar las fronteras de lo conocido, sabemos que los cambios son buenos: nos renuevan por fuera y por dentro, nos obligan a mirar las cosas de otra manera, aportan ilusión, frescura, juventud.
Cambiamos de coche, de amigos, de ropa, de móvil y de trabajo. A veces, de pareja. Y luchamos para que esos cambios sean positivos y aporten cosas nuevas. ¿De qué sirve mirar atrás si nada volverá a ser como antes? Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, decía el viejo Heráclito. Todo fluye.


Elrod Residence, Palm Springs, California, maravillosa obra de John Lautner que sale en la película Diamantes para la eternidad de James Bond.

La tecnología lo cambia todo, incluso la forma de habitar. Por primera vez, la idea de la máquina para vivir que habían proyectado premonitoriamente algunos visionarios (como Joe Colombo) se hace realidad. Las viviendas son más autosuficientes y están mejor preparadas que nunca. La gestión de la energía de uso residencial es más racional. La falta de espacio nos obliga a pensar la arquitectura de otra forma.

El fracaso del modelo inmobiliario occidental (que pagaremos durante un tiempo) permite augurar que los proyectos de arquitectura doméstica van a sufrir una interesante sacudida. La estética depurada (minimalista, dicen los cursis) que nos permitió respirar después de siglos de anticuada ostentación pequeño burguesa, empieza a mostrar signos de cansancio y a vestirse con otros ropajes donde lo tradicional y lo intercultural tienen algo que decir.


Un paseo virtual por la Fallingwater House del viejo Frank Lloyd Wright.

Se acabó finalmente la controversia entre hogares clásicos y modernos. Ya nadie quiere vivir en el museo de cera y ello deja el camino libre a la diversificación del interiorismo contemporáneo: por fin se puede disfrutar de un espacio actual con características personales que son las que cada uno sabrá infundar a su entorno. La libertad estética es una conquista irrenunciable y nos da vía libre para plantearnos cómo queremos que sea nuestro entorno sin el corsé de los estilos.
El interiorismo, a partir de ahora, se dividirá en dos: el bueno y el malo. Aquí procuraremos ocuparnos exclusivamente del primero. Pero también nos divertiremos de vez en cuando con el segundo.