Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito

Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito
Casa Sardinera de Ramón Esteve. Foto: Mariella Apolonio

lunes, 15 de septiembre de 2014

Diseñar complejo es sencillo; diseñar sencillo es complejo

¿Qué puede hacer el diseño de interiores por mejorar nuestro mundo? Pregunta interesante que nos planteamos todos los que creemos en la necesidad del buen diseño y que los profesionales contestan hablando de cosas como Calidad de Vida, Belleza en nuestro Entorno, Funcionalidad y Estética… Sí, es cierto. Entre los objetivos de los diseñadores siempre hay un ojo puesto en la excelencia del entorno y de las pequeñas y grandes cosas que lo componen. Todo eso y mucho más aporta el diseño industrial o de interiores a nuestra vida.
Pero yo destacaría algo más esencial, algo que está en la base de esta disciplina, que supone una actitud y no una competencia de gente que sabe proyectar paisajes urbanos, edificios, casas, ceniceros… Una mirada a las cosas que es la verdadera lección del buen diseñador. Un golpe de agua fresca a la cara que nos limpia los ojos por la mañana. Una revelación inesperada que vuelve del revés la forma en que nos relacionamos con lo que nos rodea. El diseño aporta algo increíblemente poderoso en  nuestro tiempo repleto de información, ruido y mensajes que recibimos de continuo y a todas horas. Aporta el concepto de simplicidad. Un valor poco apreciado que adquiere, de golpe, una gran importancia.


Los grandes inventos del TBO, en este caso dibujados por Tur, eran la antítesis del concepto moderno del diseño, pero eran entrañables.

La mejor definición del trabajo de un diseñador me la confió una noche el gran Josep Lluscá, en un restaurante de Colonia, tras un choucrut magnífico remojado con cerveza fría. La historia, además de instructiva, es preciosa:

“El responsable de una vía férrea está preocupado porque los viajeros se quejan de que el traqueteo de los trenes les impide dormir durante el viaje. De  modo que, para resolver el problema, llama a un ingeniero y a un diseñador. Les expone el conflicto y les pide que den con una solución para el ruido que producen las ruedas al pisar las juntas de acero de las vías en el plazo más breve posible. Al cabo de dos semanas los dos profesionales se presentan ante el director de la línea de ferrocarriles con sus soluciones. El ingeniero ha proyectado un sofisticado dispositivo de amortiguación a base de ballestas, muelles y flexos que hace que las ruedas pasen por encima de las juntas de las vías de forma extremadamente suave. Es un poco caro pero el ruido queda bastante amortiguado. El director está complacido y entonces se dirige al diseñador que solo trae un tramo de vía en sus manos. ¿Y usted que propone? le pregunta. Y el diseñador le muestra la vía y le dice: Simplemente, que hagan las juntas en diagonal y problema resuelto…”


La fábula del ingeniero y el diseñador, según Lluscà con moraleja y todo


La complejidad es una variable de nuestra vida que da trabajo a mucha gente. La burocracia, la política, la economía de Estado, el poder judicial, el derecho, son temas complejos que precisan de profesionales muy preparados para solucionar nudos que, al final, eran relativamente sencillos. El diseñador elimina la complejidad de nuestro entorno y nos enseña que la sencillez es mucho más reconfortante y apropiada para el día a día. Nos muestra que eliminar y saber reducir las cosas a lo esencial es lo que nos permitirá afrontar el futuro con garantías de éxito, sin cargarnos el planeta ni caer en necesidades superficiales que, si las analizamos con detalle, tal vez no eran tales. En un mundo en que el silencio, el espacio vacío y la paz son los primeros valores a conservar, tal vez sea bueno pensar con la mentalidad del diseñador que, simplemente, cambió el corte de las vías.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Me he dejado la casa en el móvil

La asfixiante situación económica de este país (diga lo que diga Mariano) ha obligado a un buen número de jóvenes talentos a emigrar a lugares donde se pueda valorar su fuerza de trabajo. Pero no se trata de emigrantes a la vieja usanza, sino de una nueva forma de nomadismo. El fenómeno de los nuevos nómadas urbanos se refiere a la gente que vive a caballo entre varias ciudades, casi siempre por razones de trabajo. Para estas personas el aeropuerto es su sala de estar habitual y el cambio de horario y de lengua, anécdotas que no interfieren en absoluto en su día a día. El ser humano, como sabemos, se aclimata a todo. 
Pero también existe un número cada vez mayor de personas que se desplazan de un lugar a otro del planeta por pura vocación viajera, por acumular experiencia y cultura, por no sentirse atados a un entorno determinado que suelen percibir como algo cerrado y asfixiante. Existen muy buenas razones: becas, conocimiento, cooperación humanitaria, intercambio cultural, aprendizaje de idiomas, vacaciones, búsqueda de mejores condiciones de vida, sin olvidar los que viajan por amor.


Proyecto de casa transportable APH80, de Estudio de Arquitectura Abatón

De hecho la humanidad ha sido durante mucho más tiempo nómada que sedentaria, y gracias a ello el mundo se ha poblado de forma uniforme. Hasta el descubrimiento de la agricultura, hace unos diez mil años, no se crearon los primeros asentamientos, embriones de las modernas ciudades. Y ahora que disfrutamos de las mejores condiciones de vida alrededor de un lugar seguro y confortable, la gente joven redescubre el placer de no echar raíces, las ventajas de vivir en varios sitios, de ampliar las fronteras en todos los sentidos. Todo está a un golpe de avión, de la misma forma en que nos podemos comunicar vía Internet con un amigo en Osaka o Cancún en tiempo real.


Proyecto de vivienda prefabricada de López-Pedrero-Roda Arquitectes. Foto: Isabel Casanova cortesía de la revista Casa Viva

¿De qué forma esta inquietud por empezar de nuevo en otra geografía distinta afectará a nuestras casas? ¿Tiene sentido la búsqueda del confort extremo en una residencia si las nuevas generaciones están pensando en cambiar y no en establecerse? Los popes de la revolución informática y las grandes corporaciones que representan están, ahora mismo, peleándose por el mercado de los pequeños terminales móviles porque están convencidos de que todas las comunicaciones, incluidas la navegación por la red y las transacciones comerciales, pasarán por ellos. El terminal móvil es el futuro de todo.


 Casa prefabricada proyectada por la firma Infiniski con material reciclado.

Necesitamos gadgets pequeños y personales para proseguir nuestra peculiar carrera hacia ese futuro. Objetos reducidos, terminales de bolsillo, información en la mano a un golpe de clic en casa, en el metro, o donde sea. La vida seminómada hacia la que nos dirigimos, precisa de un hatillo fácil de llevar, y eso se tiene que reflejar en la casa y su equipamiento. Nunca nos ha parecido más necesario el mueble polivalente, los complementos ligeros, los electros de tamaño reducido, las cocinas con ruedas y todo aquello que se deje transportar, llevar de un lado a otro, tal vez abandonar definitivamente sin mirar atrás. Las compras relativas a la casa se realizarán también a través de una terminal móvil.

Otro proyecto de vivienda prefabricada de la empresa Infiniski

La levedad, ese atributo que la literatura hace años que reivindica para con nuestra existencia, se tiene que imponer en todo el entorno y no solo en lo tecnológico. No está muy claro de qué forma la arquitectura de interiores se hace más liviana, más sutil, más portátil. Pero ese parece el objetivo de aquí a poco. Posiblemente lo leve, como genérico, también pueda ser un sinónimo de lo sostenible.


La vivienda transportable permitirá vivir en parajes soñados. La casa es móvil. Prtoyecto del estudio Abaton.