El objetivo del interiorista es
crear espacios que provoquen emociones en los visitantes, que les hagan
sentirse cómodos, protegidos, seguros, desinhibidos, excitados o relajados,
según la función del local de turno. Comprar se convierte en una experiencia y
tomar un café, en un viaje por América Central. La intimidad se mide por luxes
en los restaurantes y la alegría en las discotecas se convierte en pedidos en
la barra. De hecho, no existe anhelo más universal en el mundo de las cadenas
hoteleras que esa idea de que los huéspedes se sientan “como en su propia
casa”. La despersonalización de las habitaciones está penada con la infidelidad
de los clientes, la única que no se puede perdonar en estos tiempos. Conviene recordar que también una
casa es un espacio de emociones. Que no hay metros cuadrados ni comodidades
eléctricas que puedan suplir la sensación de compartir una película en el sofá
el domingo por la tarde con la persona que quieres.
Vivienda en Ibiza equipada con mobiliario de B&B Italia. Gentileza de la revista Casa Viva
Si miramos casas de la otra punta
del mundo veremos que compartimos un léxico cada vez más universal. La luz, el
clima, la amplitud, las texturas que tocamos, los muebles escogidos, la
lencería de cama, los objetos decorativos, los recuerdos de viajes, las fotos
enmarcadas, los imanes en la nevera, los dibujos de los críos, los libros sobre
la mesita, un fondo musical, o el aroma inconfundible a fragancia doméstica.
Como espacio de emociones, la
vivienda debe apelar a los cinco sentidos y por eso sería un ejercicio de primer
orden comprobar si se lleva bien con cada uno de ellos. Si es agradable a la
vista, amorosa al tacto, si los sonidos con que nos envuelve, incluido el
silencio, son amistosos. Asegurarse de que huele a las esencias que nos
proporcionan confort, de que podemos disfrutar del sabor de un café en el
entorno adecuado. Para esta película que vivimos
cada día, el entorno debe funcionar como una escenografía perfecta, adecuada,
idónea. Y ahí entra en juego la experiencia de los profesionales de la puesta
en escena vital que saben declinar las palabras del lenguaje decorativo para
construir un discurso atractivo.
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