Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito

Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito
Casa Sardinera de Ramón Esteve. Foto: Mariella Apolonio

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Interiores penosos (cuánto trabajo por hacer...)

Cada vez que me siento en la cafetería de El Corte Inglés respiro aliviado porque comprendo para qué sirve el diseño y cuánto trabajo queda por hacer todavía. Un conglomerado de estímulos despiertan mis sentidos y me remueven inquieto en mi butaca redonda donde es imposible colgar la chaqueta (tampoco hay colgadores), mientras me asomo a la mesa ya que estoy sentado demasiado bajo respecto a ella, la atroz acústica del local amplifica las conversaciones de mis vecinos y se me acerca un señor vestido de negro que me pregunta qué deseo mirando al tendido con cara de mala uva. 


¿Estamos en el Tickets de los Adrià o en un casal fallero valenciano?

Más que una cafetería parece un pasatiempo tipo "Busca los diez errores" pensado para diseñadores. No es un caso aislado, ni mucho menos. El interiorismo público (el privado lo dejamos para otro día) hace ostentación de torpeza a lo grande y se queda tan ancho. Probablemente el error empieza en la creencia de que para organizar un interior cualquiera sirve, incluidos los industriales de la tropa ascendidos a la categoría de sargentos del interiorismo por méritos propios. Intrusismo: bonita palabra que algunas profesiones arrastran como lastre de plomo atados a los pies. 

Pero sin entrar en filosofías, que se nos acaba el año y no estamos para pensar tanto, vamos a repasar algunos casos de mal interiorismo que nos llenan de alegría por la cantidad de trabajo que deparan para el futuro de nuestro diseño:

1. La cafetería que ya hemos mencionado y tantas otras que no se plantean ninguna necesidad humana, con lo que se merecen estar siempre vacías.






2. Los restaurantes típicos que acumulan tópicos y los nuevos restaurantes tópicos que acumulan errores típicos (cortinillas de madera en una barra que te cobran 150 euros por un menú, Tickets, Barcelona).

3. Las grandes cadenas de moda que confunden local comercial con almacén portuario y son incapaces de plantear por lo menos una flagship (todas las del grupo Inditex).

4. Las franquicias de restauración en general que añaden horror al horror de los centros comerciales: 1000 montaditos, Burguer King, Pastafiore...




5. Las delegaciones de Hacienda y, en general, casi todos los centros de atención pública, centrados en la tristeza como argumento estético.

6. Las sucursales bancarias, expresión de la pena visual y el desamparo pero desde un punto de vista privado (con mayor delito).

7. Todas las discotecas que se han inaugurado en los últimos cinco años y que han decidido abdicar de algo tan sencillo como es la personalidad estilística.

8. Los espacios temáticos que nos envuelven en escenografías de cartón piedra (Jamaica, Café& Té, Café di Francesco, Viena).

9. Muchas tiendas de proximidad o de barrio que se quejan de la competencia de las cadenas y los centros comerciales pero han sido incapaces de plantarles cara en ningún terreno, ni estético, ni comercial, ni de servicio (ver jugueterías en diciembre).

10. Juzgados (qué agradables espacios).




11. Hoteles que confunden el lujo con el oropel, el confort con los dorados y la categoría con las balaustradas de cartón piedra.

12. El servicio de todos los restaurantes y bares de Barcelona, con alguna honrosa excepción.

13. Los restaurantes de pinchos vascos de pacotilla.

14. Las terrazas de bares y chiringuitos que siguen utilizando sillería de plástico barata que se engancha en las piernas.

15. La mayor parte de las zapaterías, perfumerías y estancos que no se han dado cuenta de que ya le hemos dado la vuelta al siglo XX y un espacio comercial debe crear emociones, y no aconsejar salir por piernas.

Seguiremos...






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