Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito

Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito
Casa Sardinera de Ramón Esteve. Foto: Mariella Apolonio

jueves, 20 de septiembre de 2012

Una casa es un estado de ánimo

Es una actitud ante el presente que convierte el acto más prosaico y cotidiano en el verdadero sentido de la vida. Es un gesto orgulloso que resume todo lo que sabemos de nosotros mismos y todo lo que anhelamos descubrir. Es mucho más que cuatro paredes, un techo y una serie de tripas tecnológicas que nos brindan ciertas comodidades. Es el espacio que compartimos con la gente que amamos y que suele ser mucha, interesante y variada. Por eso la casa también cambia sus dimensiones, se crece cuando hace falta, o se hace pequeñita por la noche, y ocupa apenas unos centímetros más allá de la cama.

 
 
Una casa puede ser una mansión fantástica con promesas de felicidad incluida. Pero también es el lugar donde una mujer corta con delicadeza unos dientes de ajo, se limpia las manos en el delantal y sorbe de una copa de vino blanco fresco. En el momento en que te sonríe las promesas se hacen realidad.

Una casa es una apuesta de futuro. Un rojo o un negro. Un par o impar del tablero de las cosas que aún no hemos hecho. Es un espacio positivo que se nutre de nuestro optimismo y se lleva por los sumideros los malos ratos que, sin duda, nos esperan. También es el espacio donde los niños se pelean, ríen y esparcen sus cosas por el suelo de forma despiadada. Donde caen rendidos por la noche y relajan sus cuerpos de exploradores aventureros.

Una casa es un centro de salud mental y física, un rincón dedicado al bienestar donde dibujar el día con el carboncillo que dejan los sueños. Un espacio de trabajo donde consultar, leer y navegar, comunicarse, pensar y gestionar. También es el poste de señales que nos permite encontrar el camino en el momento en que las cosas se tuercen, hablar con nosotros mismos, cantar en la ducha o maldecir a los dioses cuando se lo merecen.

Una casa es un ámbito de relación donde la amistad y la familia encuentran su ágora particular donde intercambiar cromos de experiencias, saberes y carencias. Un foro abierto de alegrías y confidencias al oído. También es el suelo de algodón blanco donde las parejas descubren el infinito cuando hacen el amor. El visillo que les murmura una canción de cuna cuando caen exhaustos con los brazos y piernas entrelazados.

Una casa es un lugar que expresa nuestro punto de vista, que se prueba nuestra ropa y, a veces, decide por nosotros el aspecto que presentamos al exterior. Es un álbum de recuerdos que llenamos de viajes al extranjero, excursiones al centro y paseos por la playa. Es un espacio imaginario que no nos abandona desde la primera vez que fuimos conscientes de que los abuelos y su casita con olor a verduras eran un mismo ente.

Una casa es una carta de amor dibujada en un plano de planta. Una declaración de amistad y admiración donde los sentimientos tienen cotas de alto, ancho y largo. Por eso debemos escoger los muebles pensando que, en el fondo son un abrazo, los tejidos y maderas, una caricia. El color de las paredes, un gruñido de satisfacción. Las ventanas, un guiño; las luces un suave pellizco en el culo. Y las llaves de la puerta principal, cuando alguien te las confía, son el beso más dulce que podemos imaginar.

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