Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito

Diseño de interiores: la Ventana de Marcel Benedito
Casa Sardinera de Ramón Esteve. Foto: Mariella Apolonio

martes, 14 de febrero de 2012

Si te gusta el mueble clásico ¿por qué no te alumbras con un quinqué?

Una buena pregunta que siempre he formulado a los fanáticos detractores del diseño actual, defensores a ultranza de los espacios equipados con piezas de reproducción de estilos pasadísimos. Seamos coherentes. ¿Qué sentido tiene utilizar un ordenador de última generación en un escritorio de patas torneadas y sobre de cuero verde? ¿En qué rincón de la “boiserie” victoriana colocamos el teléfono inalámbrico? ¿Tiene lógica instalar luces Led en una araña de cristal de strass? ¿Para qué utilizar aire acondicionado con bomba de calor si puedes encender una buena hoguera en el hogar?
Otra buena pregunta para que se puede propinar a los retrógrados  fans del mal llamado “estilo clásico”. Así que te gustan los muebles clásicos, eh… ¿Y de qué época concretamente? ¿Isabelinos, georgianos, Luis XV, rústico castellano, eduardiano, Chippendale? Ah, que no tienes ni idea. Vaya, que para ti, clásico es todo aquello que no huele a diseño actual y no te importa que tu casa sea una ensalada indigesta de estéticas viejunas. Está bien…
Otra cuestión incontestable. Si tu coche es el último modelo de su categoría, tu teléfono móvil el dispositivo más capaz del mercado y tu ordenador la máquina más potente que has encontrado en el FNAC… ¿por qué vives a gusto en una casa cuya estética huele a mesa camilla de la abuelita con brasero incluido?
Las respuestas (ya me adelanto a los acontecimientos porque las conozco bien) discurren por el camino de la calidez, el confort, la frialdad del minimalismo y el “horror vacui”. Curioso sentimiento generalizado en nuestro país que sólo se explica por la profunda incultura de la casa que gozamos, la dejadez de la gente moderna en cuestiones como la decoración que se abandonan en manos de la suegra, y la mala prensa que el diseño tiene entre el españolito medio.
Diseño en cuestión de tecnología, informática, moda, automoción o incluso grafismo es algo muy positivo en nuestra cultura popular. En cuanto se refiere a la casa se convierte en una incomodidad para “modernetes” que se traduce en  frialdad y snobismo. No importa que la definición de una casa moderna  −sencilla, ordenada, elegante, limpia− esté formulada desde hace más de cincuenta años. No importa que la arquitectura residencial pida a gritos un interior actual. No importa que la domótica y las nuevas tecnologías estén abiertamente reñidas con los cojines a cuadros.  La decoración clásica, dice el acervo popular, es más cálida. O como muy bien dicen los amantes del “spanish cutre”: es propia de una casa de categoría. Porque en definitiva, y ahí viene lo más triste de este asunto, el mueble clásico es una elección aspiracional, que se relaciona con la alta burguesía, la riqueza, el abolengo , la reigambre, las buenas costumbres y otras zarandajas por el estilo.

Si alguien duda de este análisis de ir por casa que visite el despacho de un notario. Cualquier notaría de nuestro querido país servirá… ¿Qué vemos? Madera por todas partes, sillas tapizadas de patas torneadas, mesas pseudo clásicas, lámparas Tifannys falsas, alfombras persas de Bocairent…  Pues eso es lo que nos quieren vender con toda la mala pata del mundo. La próxima vez que entre en el despacho de un notario (Dios quiera que tarde mucho años) le preguntaré por qué razón no escribe sus documentos con una pluma de ganso.

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